La frase del mes
Este curso, no sé ni cómo pero sí sé por qué, se me ocurrió compartir una frase al inicio de cada mes con mis compañeros del cole, casi 30 maestras y 3 maestros, de Infantil y Primaria. El porqué es que vamos muy acelerados, reflexionamos poco y no nos preguntamos por qué hacemos lo que hacemos y como lo hacemos. No nos planteamos si educamos así porque no sabemos hacerlo de otra forma. No dedicamos tiempo al autoconocimiento para tratarnos mejor, sacar lo mejor de nosotros mismos y aceptar y trabajar en lo que no es tan bueno. Vamos en piloto automático.
Las frases están pensadas para cada mes, es decir, tienen sentido con los que va pasando en los distintos momentos del curso. Pero pensé que sería interesante compartirlo también en el blog ya que las lectoras, como madres que son la mayoría, también educan.
Hice un sondeo en Instagram para ver si había interés y resultó que sí. Así que, aquí estamos, con la primera frase, una frase para abrir e iniciar el curso.
Empiezo esta “serie” con una frase que me ha marcado mucho a la hora de ser más compasiva con los demás y de permitirme equivocarme y perdonarme, porque es así como aprendo. Absolutamente aplicable a los niños a los que, en ocasiones, creo que se exige lo que como adultos no damos y a los que, además, no enseñamos que no hay que sentir vergüenza ni culpa por un error, sino buscar aprendizaje. Muchos niños temen el error porque se les penaliza. Les hace avergonzarse de sí mismos o sentirse culpables lo cual les lleva a tener miedo a equivocarse de manera que el aprendizajes y las oportunidades de ver y vivir cosas se ven limitadas. Qué absurdo cuando en el proceso de aprendizaje lo normal es equivocarse. Pero les regañamos cuando tiran la leche, les increpamos cuando vamos con prisa y se ponen los zapatos al revés (porque ya se lo hemos explicado mil veces), desechamos e incluso nos reímos de sus aportaciones e ideas. Aún hay “personas” que les rompen los trabajos. ¿Puede haber algo más humillante y generador de baja autoestima?
Yo siento que estoy en un proceso de aprendizaje brutal. Eso me hace muy, muy feliz. Pero, a la vez, implica que observe más que cometo errores y que sea consciente de que mucho de lo anterior hayan sido equivocaciones. ¡Pero me han traído hasta aquí! Estoy trabajando para perdonarme esos errores, esas creencias pasadas que ahora no concuerdan más con cómo veo el mundo.
Permítete equivocarte, es más, asúmelo como lo normal y lo natural. Permite que tus hijos se equivoquen y muéstrales que no pasa nada, que solo tenemos que sacar un aprendizaje de ello porque es una oportunidad de mejora. No es fácil porque, al igual que pasa con los niños, a los adultos tampoco se nos permite equivocarnos.
En este sentido, me gustaría compartir con vosotros un vídeo de Angelica Joya, creadora de Impliquo y entrenadora de Disciplina positiva, que me parece muy alentador en el sentido de animarnos a tenernos paciencia, a aprovechar los errores para mejorar y asumir que hay dolor en el proceso. Como Angie dice:
Pretender cambiar y que no duela, no es posible.
¿Qué te transmite esta frase? ¿Penalizas mucho tus errores o los de los demás?
Comments (1)
Nai
octubre 15, 2019 at 10:59 pm
Totalmente de acuerdo,
Ahora bien. Creo que el problema es, como dices al principio, que vamos siempre con prisas y nunca nos paramos a reflexionar.
Quiero decir.
Seguramente un padre no actúa de la misma manera un lunes a las 7.30 de la mañana cuando se cae el vaso de leche que un sábado a las 10.00.
Creo que en el fondo todos sabemos “más o menos” como ser padres amorosos (ok, hay situaciones y situaciones). Pero es un poco como cuando eres profe y tienes al revisor ahí delante. Te vuelves perfecta porqué alguien te está mirando. Entonces realmente eres capaz, solo que bajas la guardia cuando no “hace falta esforzarse”.
Así que lo importante también sería pensar durante todo el día frases como esa… interiorizarlas como si viniesen de la tabla de los diez mandamientos