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Cuando tus dos hijos se duermen a la vez

Cuando tus dos hijos se duerman a la vez desconfía. Sí, desconfía muy fuerte. Bueno, emocíonate un poco porque la ocasión lo merece pero ponte en lo peor. Estadísiticamente lo más probable es que se j*d*a el asunto de alguna manera y lo antes posible. Así que corre. Corre y disfruta. Nada de fregar o recoger. La lavadora puede esperar para ponerse y la ropa para tenderse. No mucho que sale verde, pero tampoco tus hijos dormirán hasta mañana. Ojalá.

Sí a:

-dormir un rato

-ver una serie en posición horizontal

-leer

-escribir

-cualquier cosa que requiera una mínima concentración (con niños pululando imposible centrarse, ¿verdad?) y que te resulte placentera

-retozar con el maromo (que aplica por lo comentado en el último ítem)

 

Te lo digo no te vaya a pasar como a mí esta tarde… Le di el pecho a El Nuevo tras dormir a El Santo. El bebé se quedó dormido y por suerte yo tenía el mando de la tele y el móvil a mano. No los podía usar porque a la vez me había estado sacando leche, pero ahí estaban. Sacando fuerzas de flaqueza conseguí, con el dedo meñique de la mano que agarraba el sacaleches (la otra ni moverla que sujetaba al bebé), encender la tele. ¡Sin despertar al bebé! Minipunto para la madre. Le dejé dormir un ratito hasta que, muy típicamente, me di cuenta de que necesitaba ir al baño con urgencia… Así que le dejé suavemente en la hamaca con la esperanza de que, como un par de días había pasado, meneándolo a la vez que le dejaba, se mantendría dormido. Noooo. Fail total. Pero descansado y comido estaba feliz. Huyo al baño y a la vuelta, viendo que los astros seguían alineados, El Santo dormía aún y El Nuevo se mantenía en su actitud feliciana decido que es el momento ideal para abrir el blog y dedicarle un ratito. Entonces…. entonces empezó el acabose. Al poco oigo algo y miro a El Nuevo convirtiéndose en Naranjito, aprentando bien y… regalito. Ay, que en la hamaca siempre se “desborda” la cosa. Nada, subo este vídeo y le cambio me digo a mi misma. Entonces…. sube el nivel del desafío. Oigo llorar y gritar al mayor. Nada, que se acabó mi minimomento. Entro en el cuarto, temiendo por la tela de la hamaca en la que se encuentra el peque, y El Santo me grita desesperado “teno pipí, teno pipí”. Jomío, pues sí que va bien la operación pañal que te despiertas de las siestas y todo. Maldigo tu buen aprendizaje en este momento. Allá que nos vamos y, una vez terminada la faena, se me ocurre sugerirle que vuelva a la cama. Y ¡me dice que sí! Esto ya es megapunto para la madre, vamos. Me coloco en la cama de abajo mientras me pregunto cómo andará la tela de la hamaca y si no estoy haciendo el monguer y lo único que voy a conseguir es perder media hora y que se me gangrene el brazo de darle la manita… Espero ansiosa oír esa respiración pausada que indica que se ha dormido y que para cualquier madre suena a música celestial. ¡Bingo! Uno a uno, más despasito que Luis Fonsi, voy separando cada uno de mis dedos. Tiro bien de abdominales para incorporarme haciendo el menor ruido posible y, sin ponerme las chanclas si quiera, salgo de la habitación abriendo la puerta tras apretarla bien contra el marco para que el manillar haga el menor ruido posible. Y rezo porque al abrirla El Nuevo no pegue uno de sus grititos de júbilo o se ponga a llorar hasta el cuello de caca. Ay, la caca. Me acuerdo y me pongo a rezar porque no se haya manchado la hamaca y me encomiendo al santo jabón de lagarto (mano de santo, oigan). Saco al niño y todo más limpio que el jaspe. Me vengo arriba. ¡Subidón, subidón! Sólo me queda cambiarle en silencio, como si estuviera robando en mi propia casa para que El Santo no se despierte. Estoy casi llegando a la meta. Cambio de pañal sin indicentes. Se va de uno, se va de dos y ¡goooool! Me ha dado tiempo escribir este post tras terminar otro. Fin del partido.

 

¿Se alinean los astros en vuestra casa? ¿Vivís con miedo esos momentos o sois más de lo que duré duró?

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